Le temps

Llevaba ya un tiempo pensando en el significado de la existencia y nuestra evolución en el tiempo y probablemente el día que cumplí los treinta fue aquel en el que me di cuenta de que no quería darme cuenta. Hablando con mis padres, con algún profesor de la universidad, con mi hermana mayor, con la panadera de mi barrio o una mera conversación trivial con cualquier conocido que hace años no veía terminaba desembocando en un «Para cuando te des cuenta tendrás cuarenta años y te verás cambiando pañales».


Fueron muchas las noches estrelladas que han pasado por mis retinas, con amigos, con chicas, con más chicas y conmigo mismo. Ése es el momento en el que se siente algo, no sabes exactamente qué, como cuando consigues atravesar un manto de nubes y te ves volando sobre algodón de camino a un nuevo continente por descubrir y entonces empiezas a pensar, a pensar en tus días, en tu pasado, en personas, experiencias. Me paro a pensar en el ahora y en lo que me ha llevado hasta ese momento y es curioso cómo de alguna manera muchos de mis días pasaban a ser un día más, un día en el que patinar de camino al trabajo, cepillarse los dientes o atarse los cordones de las zapatillas se convertía en un hecho al uso, un automatismo más.


Con ocho años los días eran más largos, pensaba. En realidad eran igual de largos que ahora, la diferencia radica en los sentimientos y emociones que uno crea y que permanecen en la memoria. ¿Por qué recuerdo como si fuera ayer el día en el que me compraron mi primer monopatín? ¿El primer beso? ¿El primer accidente de moto?
Recuerdo llevando a mi primera novia en el manillar de la bicicleta de camino al espigón para, después de dos meses impaciente por ese beso tan esperado, poder mimetizarme con aquellas oscuras rocas y sentir algo nuevo, algo que nunca antes había experimentado. Recuerdo ahora aquella roca y echo la mirada atrás mientras veo por la ventana de casa el Delorean aparcado siempre preparado para sumergirte en el pasado.


Me pregunto por qué el tiempo pasa cada vez más deprisa. Miro a mi alrededor y veo que mucha gente pasa horas en sus respectivos trabajos convirtiendo sus días en otro día más donde todo se repite. Y mi cuestión es: ¿Cómo es posible que el tiempo pase cada vez más deprisa si los días se pueden llegar a hacer eternos en la oficina? Es algo contradictorio que me hace reflexionar especialmente porque no he logrado descifrar el significado del tiempo.


Según decía Heráclito “Al mismo río entras, pues eres y no eres”, con lo que dejaba bien clara su visión del constante cambio en la naturaleza y la consiguiente existencia de lo opuesto. Pienso entonces que lo opuesto a la rutina, es decir, el no requerimiento de reflexión o decisión en nuestro día a día es entonces la capacidad de dicha reflexión o decisión, que bajo mi humilde punto de vista está motorizada de alguna manera por las emociones o sentimientos. El único inconveniente es que después vino Parménides de Elea comentando que había una serie de paradojas en las doctrinas de Heráclito, y a decir verdad, estaba un poco pirado pero en parte tenía razón. Después vinieron sus discípulos y empezaron a rizar el rizo así que yo he sacado mis propias conclusiones de momento, ya seguiré desarrollando los conceptos de tiempo/existencia/espacio más adelante.


Entremezclando conceptos y partiendo de las teorías de Parménides donde comenta que el ser con el tiempo se convierte en otro ser porque estamos en continua evolución/cambio, ¿Cómo es posible que algo que deja de ser debido al cambio, se convierta en otro ser? Pues bien, el ser como tal, según el amigo Parménides permanecería siempre estático, siempre eterno sin cambio alguno, mientras que lo que nosotros percibimos es el no ser, el continuo cambio que nunca llega a convertirse en ser, por ello que nunca llegaríamos a tener un conocimiento o idea fija sobre las cosas sino que nuestra lógica sería la única que nos permitiría ver cómo evolucionan las cosas, en qué se podrían convertir y en qué no. De ahí que si pienso, existo. Luego vino Descartes dos mil años después convirtiéndose en el padre de la filosofía moderna, normal que le acusaran de plagios varios.


En resumidas cuentas, lo que saco de todo esto es que cuando eres pequeño no tienes un concepto del tiempo, no pagas por él y todas son primeras experiencias y aprendizaje, pensamos en ello y analizamos cómo evolucionar.

Creo entonces que la única manera de disfrutar del tiempo como lo hacíamos cuando éramos pequeños y que parece que ahora nos cuesta más, es, simplemente, aprovechando todos y cada uno de nuestros días, con los conocimientos que actualmente tenemos. Pensando y emocionando, sintiendo y reflexionando como el primer día. Probando cosas nuevas, experimentando lugares nuevos, vamos, lo que nos hace sentir vivos y lo que algún día, entre sábanas y los nuestros, nos llevaremos con nosotros para no volver.

 

 

 

 


 

 

 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Pentax 67

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Janvier 4

Fue a mis veintidós cuando me di cuenta que no quería vivir la vida de mis padres. En realidad ellos no son diferentes al resto, es más, podría compararlos con muchos otros que decidieron, por circunstancias de la vida, seguir el patrón estándar de lo que por aquel entonces se llamaba vida.


Era Marzo del 2009 cuando tuve mi primera oportunidad de irme a Portugal unos días de vacaciones. Jamás había montado en avión y aquella fue mi primera experiencia. Allí me quedé en un surfcamp, desayunaba tortitas con Nutella y fruta todas las mañanas y surfeaba lo inimaginable. Os preguntaréis – ¿Qué más se puede pedir? Yo me hice esa misma pregunta y encontré una respuesta: . Ganarte la vida con ello.


Se acercaba el verano y aquel año cursaba la carrera de ingeniería por la mañana y el curso de fotografía por la tarde. Llegué a estar bastante agobiado porque solía trabajar de dependiente los fines de semana y era escaso el tiempo que me quedaba para disfrutar. Sería un hombre de provecho a día de hoy si hubiera seguido esa dinámica, vamos, un tipo ocupado con un futuro prometedor fuera de España, lo que hoy se conoce como joven emigrante poliglota.


Una cosa llevó a la otra y en Junio de 2009 me ofrecieron irme a Portugal. Sí, efectivamente, sería yo el que se ocuparía de hacer aquellos deliciosos desayunos en las dos siguientes semanas puesto que Peggy, la chica encargada de ello, se iba ese tiempo a ver a su pareja al Reino Unido.
Me levantaba a las siete de la mañana para dejar todo preparado a eso de las nueve, cuando entonces escuchaba a los campers en bañador bajar de sus habitaciones para desayunar. Se respiraba paz, la gente daba los buenos días y cuando veían la mesa preparada, murmuraban entre ellos y sonreían. Me encantaba pasar dos horas cocinando de buena mañana, no me pagaban pero me dejaban a cambio utilizar las tablas de surf, me ofrecían alojamiento y las dietas las tenía incluidas. No tenía ningún gasto salvo las cervezas que tomaba todas las noches con Graeme, un colega australiano que además de enseñarme inglés, me enseñó a ver la vida con otros ojos.
Pasadas las dos semanas y con Peggy de vuelta al trabajo, aproveché para comentarle al encargado del surfcamp que me dedicaba a la fotografía, lo bueno que era y el próspero negocio que veía vendiendo CD’s personalizados a los campers. Tardó poco en pensárselo, llegamos a un acuerdo y esa misma tarde me puse a disparar.


Ya de vuelta en España y con mil historias nuevas que contar, mil personas conocidas más y con ninguna gana de seguir el estilo de vida que llevaba anteriormente, me senté y comencé a priorizar y analizar opciones. Descarté lo que no me aportaba algo en la vida, como la ingeniería, continué con aquello que me hacía sentir bien, y sobre todo, me tomé el tiempo necesario para disfrutar y pensar en mis pasiones. Por ello que fue en aquel 2010 cuando decidí dejar la carrera, terminar mi segundo año de fotografía y encontrar una fuente de ingresos que me permitiera viajar después del verano.


Allá por Abril del mismo año tuve la suerte de conocer a Jesús, dueño de un bar frente a la casa de mis padres. Me comentó que se acercaba la temporada de verano y que necesitaría gente para trabajar. La verdad es que aquel trabajo me cayó como del cielo, tanto es así que continué los siguientes dos veranos, donde trabajaba seis meses al año y viajaba los otros seis.


Mi trabajo consistía básicamente en poner unos cuantos vinos y cervezas a eso de las ocho de la tarde, mi hora de entrada. Al rato me metía en la cocina donde preparaba un refrito para el pescado a la plancha que cocinaría durante todo el horario de cenas, pelaría patatas y dejaría a punto el pescado y demás guarniciones. Recuerdo a Pau y Eider metiendo comandas, también a Jesús echándome un cable cuando la cosa se ponía fea. Me encantaba, y me encantaba saber que después de cerrar el bar me prepararía un rape a la plancha con patatas y una jugosa ensalada de tomate.
Dos de la mañana y nadie pasaba por el puerto deportivo salvo algún nigeriano en bicicleta que iba a descargar pescado al puerto antiguo. En las noches de viento se escuchaba el crujido de la madera de los pantalanes y el golpe metálico de los cabos contra los mástiles. No tenía prisa, la noche era joven y tenía todo el día por delante para surfear. Tanto es así que en muchas ocasiones, Pau y yo poníamos rumbo a la costa francesa para amanecer así a pie de playa.
Dormíamos en la parte de arriba de la furgoneta y abríamos los laterales para asegurarnos de que la brisa mañanera nos despertaba. Con frecuencia nos quedábamos dormidos porque en muchas ocasiones la marea no cuadraba bien. Ya cuando amanecíamos buscábamos en el armario algo de horchata, leche y cereales y con suerte encontrábamos una de las tres.


Christal Fighters, Dawes, The drums o Cut Copy eran algunos de nuestros más fieles compañeros de viaje. Nos deleitaban mientras desayunábamos, comíamos o cenábamos, mientras nos poníamos los trajes, mientras encerábamos las tablas o patinábamos en los parkings. Ahora son, junto con Offspring o Sum41 parte de nuestra historia.


El otro día nos preguntábamos un amigo y yo qué será de nosotros en un futuro. Sólo sé que lo que realmente se ha grabado en mi cabeza a fuego han sido los últimos años, y pensaréis que acabo de escribir una obviedad. En realidad recuerdo con exactitud todo lo transcurrido desde el 2009 hasta hoy. Recuerdo a todo el mundo que ha pasado por mi vida así como todos los lugares en los que he estado porque la vida no trata de comer canelones rellenos de carne todos los días por mucho que nos gusten ya que, tarde o temprano, los aborreceremos. Eso sí, hay gente que ante la duda, siempre preferirá comer canelones rellenos de carne antes que probar cosas nuevas porque lo seguro siempre funciona.


Tal día como hoy, un 4 de Enero, amanecí siendo el hombre más feliz de la tierra. Hoy me encuentro en un tren de un país a otro sin rumbo fijo sabiendo que en un futuro me acordaré también del día de hoy y que pase lo que pase probaré todos los platos nuevos que me ofrezcan. Me gusten o no.

 

 

 

 


 

 

 


 


 


 


 


 


 

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