Muchos pensarán que en los tiempos que corren estudiar un máster después de terminar los estudios universitarios es la mejor opción. -El mercado laboral está saturado y prostituído a partes iguales- dicen algunos entendidos en la materia.
Hay quienes tienen el tan deseado privilegio de estudiar un máster de un máster, donde se puede llegar a utilizar la navaja suiza sin pararse cinco minutos a pensar si se trata de la herramienta que buscábamos.

Por otro lado cabe destacar a papá y mamá, que son, en la mayoría de las ocasiones quienes capitalizan todos nuestros movimientos. Si podemos estar hasta los veintiocho años mamando, estudiando y cobrando ese sueldo mediocre que nos garantiza unas vacaciones en Pascua, ¿Para qué buscarse la vida si la cosa está difícil? ¡Estudia chaval que algún día llegarás a ser algo!

Hay un problema generalizado y es que no sabemos hasta qué punto bajarnos los pantalones. No sabemos si trabajamos por vocación o simplemente por miedo a no formar parte de esa larga y tan concurrida garganta del lobo. Una desmotivación desbordante se palpa día a día en el ambiente pero la gente mira para otro lado y se culpa al vecino adinerado.

Algún día podrías llegar a ser lo que tú realmente siempre has querido ser, lo triste de todo esto es que en la universidad no te enseñan nada de esto porque probablemente la mayoría de aquellos profesores que se incorporaron al mundo de la docencia, lo hicieron por vocación pero terminaron trabajando por miedo. Al fin y al cabo, no se está del todo mal en la boca del lobo.