Bienvenue

Aún recordamos aquellos veranos en los que nada teníamos que hacer. El bañador, la única prenda imprescindible en el mejor de los casos. El olor a pino que entraba por la ventana. El desayuno que tu madre había preparado cuidadosamente, la bicicleta o monopatín como único medio de locomoción y aquellos conjuntos del Pryca de pantalón corto y camiseta. En la televisión veías a chanquete, ese personaje que parecía sacado de un libro de Hemingway, Oliver y Benji como estímulo mañanero y los Trotamúsicos entre otros. El sol te envolvía en la piscina mientras jugabas con tus amigos a marco polo, comías ganchitos y masticabas melones repletos de azúcar. Cientos eran las veces en las que pasabas por las casas de tus amigos ¿Está chincheta? Por aquel entonces todas las tecnologías ahora conocidas estaban en proceso de desarrollo y los pantalones los llevabas por la cintura ya que no había excusa alguna para que se cayeran. Una moneda de cien pesetas y cuatro pelotazos pasados era todo. Por las noches tu madre preparaba la cena, un hermoso bocadillo listo para ser engullido y empezar a jugar a algún tipo de juego que normalmente con el tiempo derivaría en prácticas un tanto obscenas o de inspiración yanqui.


En definitiva así era el verano azul. Bienvenidos a Bleuete.


We still remember those summers where we had nothing to do, when your bathing suit was the only essential item in most cases. The smell of pine that would trickle in through the window. The breakfast that your mother meticulously prepared, the bicycle or skateboard as the only means of transportation, and the sacrosanct summer uniform of the same shorts and t-shirts. Seeing a goby or other creature on television, some living character seemingly plucked from a Hemingway novel, or watching cartoons while the sun burned hot on the pavement. This sun engulfed you in the pool while you were playing marco polo with your friends, crunching cheese puffs and gnawing melons, each one sweeter than the last. Hundreds were the times you passed by friend’s houses, each time with the same echoed phrase, “can you play today?” At the time the technologies that define our world were in their infancy, and we wore our pants at the waist because there was no excuse to let them fall. A coin worth a hundred pesetas and some sort of ball was all we needed. Nighttimes meant family dinners, perhaps a handsome sandwich ready to be devoured, then playing dusky games, innocent imitations of the bawdy fun of older brothers.


Can you recall these blue summers? Welcome to Bleuete.

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Le trampoline

Los pequeños charcos de agua estancada entre las rocas, resquicio de alguna ola mediterránea, esporádica e inesperada, van dibujando cristales de sal mientras el efecto de la evaporación hace acto de presencia. El salitre sobre la piel, esa sensación al ponerte la camiseta y sentir esos pinchacillos… El agua turquesa y fresca que rodea el viejo trampolí de madera, ahora recubierto de una fina capa resbaladiza. Las señoras se mojan poco a poco, bajando por la apropiada rampa del trampolí, mientras otros toman el sol antes de comer una paella. Por la noche aún pueden verse algunas luciérnagas, sigue oliendo a pino, es ese olor de toda la vida, uno de esos que siempre se recuerdan hasta el último día. Es un lugar apropiado para disfrutar de la vida, siempre en calma, pausada y sin prisas, un lugar apropiado para lo que aquí llamamos Bleuete.

Pools of stagnant water between rocks, eyelets of a Mediterranean wave, fleeting and unexpected, leave drawings of crystalized salt while evaporation makes itself known. It’s the same salt on your skin that brings the pinpricks as you put on your shirt. The brisk, turquoise water moves about the old wooden trampolí, now slick and glistening with moisture. The women enter the sea slowly, unhurried, one step at a time, while others sunbathe and anticipate paella. At night you can still catch glimpses of fireflies, or breathe a trace of pine—that enduring and unforgettable scent that remains on memory no matter how long you’re away. It’s a place to stop and enjoy life, calmly and effortlessly: a place that we call Bleuete.

 


 

 


Bleuete-Blog-Le Trampoline
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Polaroid Spectra

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Odeur de mer

 

Sonaba una de esas canciones que son como pura cafeína, adiós a la crisis, adiós a los politicastros, durante un instante olvidamos todo. A la mierda todo. Una carretera se abría camino entre unos viejos chopos cubiertos de musgo, en la cima había una vieja iglesia, Guadalupe, que reinaba el valle cubierto de un manto verde. Un pequeño camino se abría hacia el océano. Se podía percibir ese olor, el salitre mezclado con el pasto de los rebaños que paseaban libremente entre las calas y el bosque. Descalzos mejor. Algunas familias vienen por aquí a pasear. No se oye nada, nada excepto el rumor del mar, abajo, en el acantilado. Una sandía, una cesta y una cámara, nada más. Esto es todo.


A song plays, hitting like a jolt of caffeine—goodbye to the crisis, the politicians, the situation. Forgotten in an instant, fuck it all anyway. A winding highway drags us alongside mossy poplars to the mountain’s peak and a hoary church bearing the name of Guadalupe, who reined over this green-cloaked valley. A shaded trail leads to the ocean, wanderers guided by the drifting smell of sea salt and sheep flocks ambling freely among the coves and forest. It’s better barefoot. Some families appear, relishing the view, and nothing can be heard except the rumble of the sea below the cliffs. A watermelon, a basket, and a camera. Nothing more, that’s all.

 


 


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Jim est vivant

 

Surf en el mediterráneo, qué quebradero de cabeza. Es duro ser surfista en esta costa a veces demasiado masificada, recalificada y estropeada pero siempre quedan joyas y de vez en cuando se nos brinda la oportunidad de saborear unas olas. Ahí donde Blasco Ibañez paseaba o Sorolla pintaba sus cuadros pasan ahora tablas de surf y gentes deseosas de sentir una ola bajo sus pies. La pasión. Que nadie intente explicar esa sensación de deslizarse por una ola porque probablemente sería como explicar un orgasmo, los habrá que igual tampoco saben qué es esto último, en cualquier caso no nos concierne.

Con esa pasión surge la marca valenciana Summum, joven pero con grandes expectativas. Nosotros hemos trabajado este video para ellos, tras varias horas bajo el sol abrasador, una multa por estacionamiento indebido, los dedos llenos de pintura, las manos machacadas de redondear pelotitas, tronco arriba tronco abajo y largas esperas debido a nubes que van y vienen… Foto a foto y con paciencia mediterránea y euskalduna , ha salido algo.

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Carte blanche


 

 

Polaroid Spectra 1200

 

 


 

 

Quisiera ser un pájaro para poder volar. Mientras algunos se sienten indignados por la nueva Ley de Patrimonio otros nos dejamos llevar por la brisa del norte, una brisa que provoca en ocasiones esa piel de gallina, piel continuamente perfumada por el salitre.
Huele a puerto en el pantalán, las bollas de los pesqueros nos llaman a gritos. Nos subimos a ellas mientras los barcos descargan el atún. El mar está en calma. Se escucha el bullicio del puerto.
Anochece en Fuenterrabia bajo un cielo desnudo. Nos acompaña el rocío hasta San Sebastián, Hendaya o Seignosse. A veces la noche se alarga y la mañana se hace corta, a veces los primeros rayos de luz nos desconciertan pero nos dejan ver las primeras olas del día. No podemos volar pero podemos surfear.

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Profite de la vie

 

Profite de la vie

No deberíamos tener derecho a enfadarnos, nunca. ¿Quejarse? ¿Por qué? Somos afortunados. Porque hemos tenido la suerte de vivir una vida digna. Porque hemos tenido la suerte de no tener un jardín trasero plagado de minas antipersonas, porque no hemos sufrido los males de ninguna guerra, no somos ninguno de esos desplazados, porque por mucho que nos digan que la economía decae y que nuestro futuro es el paro, debemos sentirnos bien. No tenemos excusa. Nos quieren zarandear.
Pero mientras, tenemos pequeños detalles por los que vale la pena levantarse por las mañanas y no insultar al prójimo cuando hay un atasco de camino al trabajo. Esos pequeños detalles, una mañana soleada de surf con tus amigos, unas cervezas en alguna terraza, leer a Bukowski bajo la sombra de algún árbol o cocinar un risotto a las seis de la mañana en la playa tarareando algo de Cut Copy después de hacer fotos en una fiesta y levantarse para mover el culo encima del longboard.


Son pequeños detalles, detalles que marcan el día a día, detalles que marcan una vida y que quedan para siempre.

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Merci Cousteau

 

 

Que nos expliquen qué es un Pokemon o para qué sirve un Tamagotchi por favor.No somos mayores y la niñez la dejamos hace ya algunos lustros atrás pero después de ver a estas generaciones herederas de los desperfectos y el rancio avanzar del tiempo nos preguntamos, qué habrá aportado que un niño sepa usar un móvil antes de que esos dientes de leche, sinónimo de infancia e inocencia, caigan… Nos paramos a pensar y llegamos a la conclusión de que fuimos de las últimas generaciones impregnadas de un aire de romanticismo, romanticismo que ahora se envasa en estúpidos productos hijos del mercado. Qué fue de aquellos tortazos que recibíamos al meter petardos en las basuras del vecino o de las carreras agónicas perseguidos por nuestras madres con la zapatilla en mano cuando percibían en nosotros una actitud chulesca seguida de una mala contestación o un mal gesto. Dónde quedaron Mazinger Z o David el Gnomo? Qué fue de Chicho, Maya, Marco o los Fruitis?


Hubo una generación X ¿Seremos nosotros? A caso una nueva generación perdida, sería necesario mirar hacia el pasado… Y qué será de estas generaciones inundadas por una educación en decadencia? Mejor no hacer mención a la sarta de vocablos malsonantes que nos podrían venir a la cabeza. Es algo que inevitablemente vemos todos los días pero hay lugares en los que todo esto no existe. Lugares en los que solo existe tu gente, un velero, una sonrisa y un grito poderoso de alegría. Observamos con la curiosidad que heredamos de aquel entrañable Cousteau cómo nos deslizamos sobre este manto azul llamado Cantábrico al son del viento, guiándonos amablemente y recordándonos lo que fuimos.

 

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