Odeur de mer

 

Sonaba una de esas canciones que son como pura cafeína, adiós a la crisis, adiós a los politicastros, durante un instante olvidamos todo. A la mierda todo. Una carretera se abría camino entre unos viejos chopos cubiertos de musgo, en la cima había una vieja iglesia, Guadalupe, que reinaba el valle cubierto de un manto verde. Un pequeño camino se abría hacia el océano. Se podía percibir ese olor, el salitre mezclado con el pasto de los rebaños que paseaban libremente entre las calas y el bosque. Descalzos mejor. Algunas familias vienen por aquí a pasear. No se oye nada, nada excepto el rumor del mar, abajo, en el acantilado. Una sandía, una cesta y una cámara, nada más. Esto es todo.


A song plays, hitting like a jolt of caffeine—goodbye to the crisis, the politicians, the situation. Forgotten in an instant, fuck it all anyway. A winding highway drags us alongside mossy poplars to the mountain’s peak and a hoary church bearing the name of Guadalupe, who reined over this green-cloaked valley. A shaded trail leads to the ocean, wanderers guided by the drifting smell of sea salt and sheep flocks ambling freely among the coves and forest. It’s better barefoot. Some families appear, relishing the view, and nothing can be heard except the rumble of the sea below the cliffs. A watermelon, a basket, and a camera. Nothing more, that’s all.

 


 


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