Janvier 4

Fue a mis veintidós cuando me di cuenta que no quería vivir la vida de mis padres. En realidad ellos no son diferentes al resto, es más, podría compararlos con muchos otros que decidieron, por circunstancias de la vida, seguir el patrón estándar de lo que por aquel entonces se llamaba vida.


Era Marzo del 2009 cuando tuve mi primera oportunidad de irme a Portugal unos días de vacaciones. Jamás había montado en avión y aquella fue mi primera experiencia. Allí me quedé en un surfcamp, desayunaba tortitas con Nutella y fruta todas las mañanas y surfeaba lo inimaginable. Os preguntaréis – ¿Qué más se puede pedir? Yo me hice esa misma pregunta y encontré una respuesta: . Ganarte la vida con ello.


Se acercaba el verano y aquel año cursaba la carrera de ingeniería por la mañana y el curso de fotografía por la tarde. Llegué a estar bastante agobiado porque solía trabajar de dependiente los fines de semana y era escaso el tiempo que me quedaba para disfrutar. Sería un hombre de provecho a día de hoy si hubiera seguido esa dinámica, vamos, un tipo ocupado con un futuro prometedor fuera de España, lo que hoy se conoce como joven emigrante poliglota.


Una cosa llevó a la otra y en Junio de 2009 me ofrecieron irme a Portugal. Sí, efectivamente, sería yo el que se ocuparía de hacer aquellos deliciosos desayunos en las dos siguientes semanas puesto que Peggy, la chica encargada de ello, se iba ese tiempo a ver a su pareja al Reino Unido.
Me levantaba a las siete de la mañana para dejar todo preparado a eso de las nueve, cuando entonces escuchaba a los campers en bañador bajar de sus habitaciones para desayunar. Se respiraba paz, la gente daba los buenos días y cuando veían la mesa preparada, murmuraban entre ellos y sonreían. Me encantaba pasar dos horas cocinando de buena mañana, no me pagaban pero me dejaban a cambio utilizar las tablas de surf, me ofrecían alojamiento y las dietas las tenía incluidas. No tenía ningún gasto salvo las cervezas que tomaba todas las noches con Graeme, un colega australiano que además de enseñarme inglés, me enseñó a ver la vida con otros ojos.
Pasadas las dos semanas y con Peggy de vuelta al trabajo, aproveché para comentarle al encargado del surfcamp que me dedicaba a la fotografía, lo bueno que era y el próspero negocio que veía vendiendo CD’s personalizados a los campers. Tardó poco en pensárselo, llegamos a un acuerdo y esa misma tarde me puse a disparar.


Ya de vuelta en España y con mil historias nuevas que contar, mil personas conocidas más y con ninguna gana de seguir el estilo de vida que llevaba anteriormente, me senté y comencé a priorizar y analizar opciones. Descarté lo que no me aportaba algo en la vida, como la ingeniería, continué con aquello que me hacía sentir bien, y sobre todo, me tomé el tiempo necesario para disfrutar y pensar en mis pasiones. Por ello que fue en aquel 2010 cuando decidí dejar la carrera, terminar mi segundo año de fotografía y encontrar una fuente de ingresos que me permitiera viajar después del verano.


Allá por Abril del mismo año tuve la suerte de conocer a Jesús, dueño de un bar frente a la casa de mis padres. Me comentó que se acercaba la temporada de verano y que necesitaría gente para trabajar. La verdad es que aquel trabajo me cayó como del cielo, tanto es así que continué los siguientes dos veranos, donde trabajaba seis meses al año y viajaba los otros seis.


Mi trabajo consistía básicamente en poner unos cuantos vinos y cervezas a eso de las ocho de la tarde, mi hora de entrada. Al rato me metía en la cocina donde preparaba un refrito para el pescado a la plancha que cocinaría durante todo el horario de cenas, pelaría patatas y dejaría a punto el pescado y demás guarniciones. Recuerdo a Pau y Eider metiendo comandas, también a Jesús echándome un cable cuando la cosa se ponía fea. Me encantaba, y me encantaba saber que después de cerrar el bar me prepararía un rape a la plancha con patatas y una jugosa ensalada de tomate.
Dos de la mañana y nadie pasaba por el puerto deportivo salvo algún nigeriano en bicicleta que iba a descargar pescado al puerto antiguo. En las noches de viento se escuchaba el crujido de la madera de los pantalanes y el golpe metálico de los cabos contra los mástiles. No tenía prisa, la noche era joven y tenía todo el día por delante para surfear. Tanto es así que en muchas ocasiones, Pau y yo poníamos rumbo a la costa francesa para amanecer así a pie de playa.
Dormíamos en la parte de arriba de la furgoneta y abríamos los laterales para asegurarnos de que la brisa mañanera nos despertaba. Con frecuencia nos quedábamos dormidos porque en muchas ocasiones la marea no cuadraba bien. Ya cuando amanecíamos buscábamos en el armario algo de horchata, leche y cereales y con suerte encontrábamos una de las tres.


Christal Fighters, Dawes, The drums o Cut Copy eran algunos de nuestros más fieles compañeros de viaje. Nos deleitaban mientras desayunábamos, comíamos o cenábamos, mientras nos poníamos los trajes, mientras encerábamos las tablas o patinábamos en los parkings. Ahora son, junto con Offspring o Sum41 parte de nuestra historia.


El otro día nos preguntábamos un amigo y yo qué será de nosotros en un futuro. Sólo sé que lo que realmente se ha grabado en mi cabeza a fuego han sido los últimos años, y pensaréis que acabo de escribir una obviedad. En realidad recuerdo con exactitud todo lo transcurrido desde el 2009 hasta hoy. Recuerdo a todo el mundo que ha pasado por mi vida así como todos los lugares en los que he estado porque la vida no trata de comer canelones rellenos de carne todos los días por mucho que nos gusten ya que, tarde o temprano, los aborreceremos. Eso sí, hay gente que ante la duda, siempre preferirá comer canelones rellenos de carne antes que probar cosas nuevas porque lo seguro siempre funciona.


Tal día como hoy, un 4 de Enero, amanecí siendo el hombre más feliz de la tierra. Hoy me encuentro en un tren de un país a otro sin rumbo fijo sabiendo que en un futuro me acordaré también del día de hoy y que pase lo que pase probaré todos los platos nuevos que me ofrezcan. Me gusten o no.